Ambar está ahí, sentada sobre la pirca blanca que se alza en la entrada de su casa. Apoya la espalda sobre la pared y las piernas a medio encojer descansan mostrando sus pies descalzos. En su MP3 suena Stairway to heaven, aunque quizás ella no es conciente de la musica que se cuela por sus oidos. Está más allá ¿ allá, dónde ? Alla... lejos ¿ Lejos ? Sí. Ese lejos que no significa distancia sino ausencia. Ese lejos que no se mide en kilometros sino en tiempo. Y tampoco en tiempo de minutos y segundos. Se mide entiempo interior, que no es el conocido reloj biologico sino el otro, ese que sabe mas de detenerse o acelerarse pero raramente logra la sincronización. Hablo de los tiempos del alma y de la cabeza. Que tampoco son lo mismo. Los tiempos de la cabeza son más cortos, casi parecidos a los reales y muy a menudo cohinciden. Es el tiempo que tardan nuestros pensamientos en volverse actos. O no no actos. Es lo mismo, implica una desición. De hacer o dejar de hacer. Es el tiempo que tardamos en digerir esa maraña de ideas. Pero no con el estomago. Con el cerebro. Aunque con algunas ideas el estomago tambien se retuerse un poquito. Pero no tanto como con los sentimientos. Y es ahí donde entramos al tema del tiempo del alma. Ese si que es un quilombo. Es una cosa medio rara. Parece que se midiera en eras o en siglos, no sé, algo así como una cosa muy estirable que parece no tener fin. Y de repente, se corta. Y ahi se empieza a medir todo en microsegundos. Y con todo me refiero a la maraña de antes. Pero esta vez es de sentimientos, osea esa cosa muy estirable. Y cuando se corta quedan un par por aca y otro par por alla. Y vuelta a querer acomodarlos. Y empezas a desenrredar.... y se estiran... y se estiran... y los de afuera que ensima te exigen que los acomodes rápido. digo los de afuera, osea, todos. Como si ellos no tuvieran sentimientos o como si no hubiesen sufrido nunca los tiempos del alma. Te atocigan, te preguntan, te responden ( o, mejor dicho, se responden) te exigen, te juzgan, te apuran. Y eso hace que el ya mencionado quilombo se vuelva un completo caos. Por que gracias a todos ( los de afuera digo, osea, todos menos yo ¿se entiende no? ) se te mezclan los tiempos de la cabeza con los tiempos del alma. Perdoneme señor yo paso de ese carnaval! Es que imaginate como se pierde uno que no sabe si siente lo que piensa o piensa lo que siente. Y ensima te piden que actues. Entonces respondes con pensamientos sobre cosas que en realidad no sentis. O peor! Actuas por los sentimientos sin pensar. Y cuando haces eso todos se dan el lujo de criticarte. Cosa medio complicada.
Estabamos en que Ambar estaba lejos ( ese lejos que acabamos de explicar). Yo creería que sumida en los tiempos del alma a juzgar por el brillo en sus ojos y la forma en que parecía abrazarse a si misma, como consolandose o como cuidandose el alma de algún peligroso ataque. Lo hacía de manera inconsiente pero todo tenía su fundamento. Estaba pensando ( o sintiendo si seguimos con eso deltiempo del alma ) en la persona que sabía que pronto se le iba a aparecer en frente. Aunque no se puede decir que la esperaba. ¿Pero no era que sabía que iba a parecer? Sí, pero el saber que alguien viene no significa que uno esté preparado para esa venida. No la estas esperando, simplemente no te podes escapar. Y no es que quisiera escaparse ni mucho menos. Todo lo contrario. Es solo que esa venida suponía un peligroso ataque. No físico, sino al alma. Por eso decimos que está lejos en el tiempo del alma. Y siente, no piensa, por que está sientiendo algo dificil de explicar. No es descriptible con alguno de los cinco sentidos, ni siquiera con los cinco sentidos a la vez. Es que es como el sexto sentido. Pero no la intuición o todas esas cosas que la gente dice. Es el mismo alma. Sí. Estoy diciendo que el alma es un sentido y al a vez es la unión de los demás sentidos y de todos los sentimientos y algo más... osea, ese sexto sentido: el alma en si. Es eso que justifica nuestras acciones no sensatas, nuestros prejucios, nuestros filings, nuestras apuestas. Es como el viento que mueve las hojas ¿Cómo puede ser que algo que no se ve, ni se toca, ni se huele pueda desestabilizar a algo tan tangible como una hoja? Pero el viento se siente. Y cuando lo sentimos eriza la piel. Y ahi nos muestra su fuerza. Y sabemos que es fuerte. Es más fuerte y más existente que cualquier otra cosa que podamos percibir con nuestros cinco sentidos. Y eso es lo que Ambar siente justo en este momento, cuando clava su mirada ausente en el arbol que se alza al frente en la vereda. Ella siente que el viento lo percibimos con el alma, que es el sentido que percibe ese tipo de fuerzas. Como la que siente al esperar ( sin esperar en realidad, por que se siente indefensa) a ese que está por llegar. Por que está ahí. Sentada. Lejos... y el tiempo se retrasa. Y se acelera. Y se vuelve a retrasar. Y el corazón late feroz desde lo que parecen millones de años, cuando en tiempos reales solo fueron minutos... pero él no llega. Y los tiempos del alma no se sincronizan. Y se sume en el caos... ese bendito caos. Ese que ya conoce. Ese del que ella está hecha. Entonces, una vez más, se resigna. PERO NO CON EL ALMA.